sábado, 22 de agosto de 2009

Fortaleza emocional se adquiere en primeros dos años de vida

La relación entre la mujer y su bebé es clave en los primeros años, ya que en esa etapa se desarrolla el hemisferio derecho del cerebro. Esta zona es la que capacita a las personas para entender las emociones, siendo vital para responder al estrés y sentirse sicológicamente seguro.
Sebastián Urbina y Noemí Miranda

El bienestar sicológico y físico de los niños depende del apego con sus padres -en especial la madre-, advierten científicos expertos en neurociencia y siquiatras infantiles. Esto es fundamental, sobre todo durante los primeros dos años de vida, para que el cerebro del menor se desarrolle de forma saludable, lo que le permitirá manejar en forma adecuada el estrés y sentirse emocionalmente seguro en sus relaciones.
El planteamiento fue hecho por el doctor Allan Schore, profesor asociado de la Escuela David Geffen de Medicina, de la U. de California en Los Angeles (EE.UU.) Sus trabajos y los de otros investigadores demuestran que el apego padres-hijo durante los primeros años de vida no sólo afecta el estado sicológico del niño, sino también juega un importante rol en el desarrollo físico de su cerebro, explica el investigador a La Tercera.
El doctor Schore considera positivo que la investigación actual en esta materia "esté saliendo del ámbito teórico y entrando al ámbito práctico de la ciencia, con lo cual en adelante podremos indicar a los pediatras lo que deben aconsejar a los padres".
Primer aprendizaje
Esta primera etapa, dice el doctor Schore, es fundamental porque es cuando se desarrolla el cerebro derecho y sus funciones. Así el niño aprende con su madre a diferenciar las expresiones del rostro, como la alegría o el enojo; a reconocer los distintos matices emocionales en la voz y distinguir un "no" dicho entre risas a otro expresado con molestia, así como entender que hay contacto físico afectuoso y otro que es brusco. Estas herramientas facilitan la comunicación no verbal, vital para comprender gestos y emociones en los demás y en sí mismo.
Si lo anterior falta, el cerebro del niño no tendrá la capacidad de comunicarse emocionalmente con otros, sufrirá problemas afectivos intensos y frecuentes, tendrá una autoestima frágil y le costará adaptarse a las demandas de su entorno.
Buen apego
"Cuando una madre se relaciona en buena forma con su niño, es decir, con afecto y preocupada de satisfacer sus necesidades básicas, como son sueño, alimentación, higiene y estar en un ambiente tranquilo, ese menor contará con las condiciones para un óptimo desarrollo cerebral", dice la siquiatra Flora De la Barra, de la Clínica Las Condes.
En estas condiciones, según Schore, "las conexiones cerebrales del hemisferio derecho crecen y se fortalecen, lo que hace a su cerebro más resiliente. Gracias a esto será capaz de resistir el estrés y las tensiones, y ser empático con los demás cuando sea grande".
Más allá de esto, el neurocientista estadounidense advierte que un cerebro con sus neuronas bien conectadas también es capaz de reconocer lo que le pasa a sí mismo, pudiendo así magnificar las experiencias y emociones positivas y reducir la intensidad o impacto de las negativas.
Riesgos del mal apego
"Un apego inseguro, inexistente o disfuncional en el primer año de vida es un antecedente de riesgo para enfermedades siquiátricas futuras como depresión, angustia o agresividad", afirma la doctora De la Barra. Hay casos en que la relación no anda bien y "se hace terapia a la mamá y al niño desde el nacimiento, incluyendo a veces al padre, logrando reparar el vínculo", explica la siquiatra. De lo contrario, el menor está en riesgo de maltrato y abandono.
Publicado el 07/12/2005
Fuente: http://quepasa.cl/medio/articulo/0,0,3255_5726_175359095,00.html

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