viernes, 17 de julio de 2009

Invertir en la Infancia

Por: Gustavo Yamada Economista*
La deficiente educación de nuestros niños preocupa no solo porque les niega el acceso a muchas habilidades básicas que necesitan para su desarrollo como personas, sino que vuelve muy difícil la superación de la pobreza. En un reciente estudio del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico hallamos que la probabilidad de ser pobre se reduce significativamente solo cuando se completa la educación secundaria (de 51% a 34%).
De otro lado, las mejoras en la educación no solo benefician a los pobres. Una fuerza laboral mejor educada puede producir más y mejor, por lo que las empresas y la economía de un país ganan en eficiencia y crecen sostenidamente. De hecho, rigurosas investigaciones internacionales muestran una clara y fuerte relación positiva entre la calidad del sistema educativo de una nación y el crecimiento de su PBI.
El reconocimiento de la inversión en el desarrollo de la niñez como prioridad para resolver los desafíos que enfrentamos es unánime. En un ránking de prioridades de política establecido por un grupo de expertos de América Latina, el primer puesto lo ocupó el desarrollo temprano de la niñez. Esta inversión en la infancia implica desarrollar las capacidades físicas, intelectuales y culturales a temprana edad para que nuestros compatriotas gocen de un mayor bienestar por el resto de sus vidas.
Algunos ejemplos de intervenciones en este tema incluyen el monitoreo regular y profesional del crecimiento y desarrollo del niño con apoyo nutricional cuando sea necesario, los servicios de cuidado infantil, la implementación de programas de estimulación temprana y una educación inicial adecuada, entre otras. Desafortunadamente, según el Banco Mundial, el Perú se encuentra, junto con Guatemala, Nicaragua y Bolivia, entre los países de la región con más bajo desarrollo infantil.
El actual contexto de crisis no debe distraer la atención sobre la importancia de la inversión en la infancia. Un reciente documento del Banco Interamericano de Desarrollo señala que, en el contexto desfavorable actual, es muy probable que la calidad de la educación se vea fuertemente afectada. En situaciones de crisis, los maestros buscan fuentes adicionales de ingresos para compensar los de sus familiares que pierden el empleo. Esto reduce su capacidad de enseñanza y la calidad de la educación cae. Además, algunos niños empezarán a dedicar parte de su tiempo a buscar trabajo, lo que los volverá particularmente vulnerables. Estos son algunos de los costos sociales e irreparables de las crisis que hay que evitar a toda costa.
En consecuencia, en tiempos de crisis e incertidumbre, con una reserva de recursos fiscales inusual en términos históricos, y con la urgencia de estimular la economía a través de mayores inversiones públicas, deberíamos destinar una buen parte de los recursos estatales a inversiones con rentabilidad económica y social garantizada como aquellas destinadas a la infancia, su salud, nutrición y educación.
(*) CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DEL PACÍFICO
Publicado en el diario el Comercio

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