domingo, 9 de agosto de 2009

"El consumismo les mata la inocencia a los chicos"


Domingo 9 de Agosto de 2009 En un recorrido por la historia de la infancia, la escritora y especialista en literatura infantil Honoria Zelaya de Nader señala que esta sociedad es contradictoria, porque por un lado exalta los derechos del niño, pero por el otro los condena a ser esclavos del mercado.

Honoria Zelaya de Nader creció en Famaillá, donde hace 50 años había tres bibliotecas públicas en cuyos anaqueles ella supo encontrar el combustible que todavía la mueve, y que la convirtió en parte de lo que es: una escritora y ensayista especializada en literatura infantil. De tanto escribir para y sobre los niños, la narradora es capaz de trascender el cerco de lo literario, y de acercar una reflexión acerca de qué le pasa al mundo adulto con sus chicos.

-¿Cómo ha ido cambiando el concepto de infancia a través de la historia?-Ese concepto empieza a ser trabajado cuando la historia comienza a fijarse en la vida privada, en la Historia de la familia. Philippe Aries dicen que el concepto de la infancia es un concepto de la modernidad. Porque en la Edad Media, los adultos vivían el concepto de que el niño era un adulto en miniatura. -El niño no era considerado un sujeto de derecho...- Exacto. Aries empieza a investigar y dice que hay un nuevo sentimiento moderno de la infancia. A partir de ahí empiezan a desarrollarse estudios acerca de qué es un niño. Sería muy injusto olvidar que ya en el Código de Hamurabi hay normas que protegen la infancia, pero no se piensa en ese niño que necesita que lo respeten como tal. En ese sentido, es fundamental el aporte de la Psicología evolutiva, y en esto son pioneros Jean Piaget, Sigmund Freud y Vigotsky. Es importante que tanto los docentes como los adultos tengan un marco teórico para elegir qué material pueden ofrecerles a los chicos. Hay que hacer un mapa cultural sobre los intereses de los chicos y la formación de los docentes. Porque yo puedo mandar libros que son preciosos, pero pueden no reflejar los intereses del chico en cuestión. Porque no hay que olvidar que la infancia es un concepto, pero que cada niño es único. -¿Qué pasa con el chico actual, que en parte se ha convertido en objeto de consumo?- Hay una pregunta central: hay estudiosos preocupados por el tema que se preguntan si se acorta la infancia, si no está desapareciendo. Es una pregunta muy fuerte, pero yo entiendo que ese aspecto tiene dos caras: una, en lo biológico, la infancia no desaparece, porque hay una etapa de la psicología evolutiva que está marcando las necesidades de cada edad. Pero, por el otro lado, hay una sociedad que proclama los derechos del niño, los enuncia, aunque al mismo tiempo los anula. Hay un desafio en este momento a asumir la infancia desde todos los ámbitos, familiares, políticos, de la sociedad toda, para que la infancia no desaparezca. Es cierto que cada vez se acorta más.- ¿Cómo afecta a ese conflicto el consumismo exacerbado? - Es una de las formas de atentar contra la infancia. El chico, como decía Sarmiento, no necesita más que amor, cariño y contención. Y eso no lo da la sociedad de consumo. El mundo adulto experimenta una permanente sensación de ambivalencia: al chico lo quiere niño pero también lo convierte en pequeño adulto, llenándolo de cosas materiales con las que no hace nada más que intentar cubrir carencias. - El consumo, ¿le quita inocencia al chico?- Creo que sí, vemos un niño que está contenido afectivamente, juega con los crayones, con la mascota, con las palabras, y vemos allí un niño creativo, al que le gusta jugar con la imaginación. En cambio, veo chicos que tienen las habitaciones llenas de juguetes, y están con la mirada triste, esperando ese otro legado que no te da la sociedad de consumo. El consumismo les mata la inocencia. Hay colas en las jugueterías, y el resto del año están abandonados. En las reuniones de padres, en determinados colegios, los padres no asisten, y envían en su remplazo a las niñeras de los chicos. - Ese desplazamiento de la inocencia, ¿incide en el desinterés por la lectura?- Claro, porque el niño está alejado de los sueños. - ¿Por qué a los chicos les gusta que les cuenten historias?- El hombre es esencialmente palabra, está traducido por la palabra. Quizás no entiende lo que le dicen cuando está en los brazos de su mamá, pero sí percibe la comunicación ya desde el vientre de su mamá. Puede no entender, no captar la verdadera dimensión del mensaje, pero sí lo conquista la comunicación. Y cuando en una etapa más adelantada ya empieza a usar él mismo la palabra, en esa palabra está el lugar de los sueños, el lugar de la magia. Si los padres y los maestros no leen, y no tienen un marco teórico mínimo, no pueden ofrecerle al chico un contexto de disfrute para la lectura. Tenemos una sociedad no lectora. Si los padres y los maestros no leen, mal pueden transmitir la cultura del libro. Además, hay una tergiversación de la relación entre literatura y mercado.-¿Para qué sirve leer?- La literatura es ficción y es conocimiento, y es el único conocimiento perdurable. Bruno Bettelheim, el psicoanalista que ha trabajado tanto el psicoanálisis en los cuentos de hadas, ha demostrado cómo los grandes conflictos del hombre están en la literatura tradicional. El analizaba a los chicos a través de eso. Un niño, muchas veces, no puede contar qué es lo que le está pasando. Sin embargo, a través del cuento que el chico elegía, podía analizar qué era lo que le estaba pasando al chico, sobre todo a partir de los cuentos tradicionales. El chico se encuentra con que las historias que lee le sirven como "huellas" para su propia vida: cuando el chico lee historias de superación del héroe, internaliza que él también puede superar sus propios conflictos.- ¿Por qué a los chicos les gusten tanto las historias de terror?- El terror cumple la función de exorcizar. Hay que encontrarse con el miedo para decirle: "sigo viviendo con vos, o te vas". Por lo menos, esa es mi visión. - Usted conduce un programa de mediadores de lectura ¿en qué consiste?- Los hacemos leer literatura infantil, para que luego la transmitan con conceptos claros. Esos mediadores vierten esa práctica en sus hogares. Pero mi sueño es lograr lo que los hacen los japoneses, la biblioteca doméstica. Se trata de que los mediadores abran, una vez a la semana, la biblioteca de la casa al resto del barrio. Se distribuyen libros sobre una mesa, se los lee, y si los quieren llevar, los llevan, con el único fin de que la lectura les sirva como solaz.

Publicado en: La Gaceta, Tucumán-Argentina


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