sábado, 17 de abril de 2010

La pobreza crónica daña cerebro infantil

La pobreza genera pobreza. Un niño que crece en una familia de bajos ingresos se desarrollará con el viento en contra, hallando en su camino mil obstáculos sociales que le harán difícil salir del agujero. Pero un nuevo estudio sugiere que, además de los estorbos socioeconómicos, más allá de la malnutrición asociada a crecer sin recursos, muchos individuos no logran escapar del círculo de la pobreza por una razón más severa: sus cerebros están literalmente consumidos por la pobreza.

En la ecuación participan la pobreza durante los años de la infancia y el estrés fisiológico que produce la falta de recursos. El precio se paga en las capacidades mentales del adulto, mermadas por tantos años de vivir la presión y las angustias del lado más difícil de la vida.

En otras palabras, la pobreza afecta al bolsillo y las finanzas de muchas familias, pero también afecta de manera insidiosa al desarrollo cerebral de los niños pobres.

En el estudio publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, Gary Evans y Michelle Schambert, investigadores de desarrollo infantil en la Universidad Cornell, integraron piezas de un rompecabezas que se ha ido construyendo laboriosamente, paso a paso, en las últimas décadas.

Se ha sabido desde hace mucho que en promedio los niños pobres y los adolescentes pobres tienen un desempeño escolar muy deficiente cuando se les compara con niños bien nutridos.

Está claro que parte de la causa es que los niños sin recursos asisten a escuelas mal equipadas, son atendidos por maestros sin recursos, en su hogar carecen de apoyos para el aprendizaje, tienen una dieta pobre e insuficiente y su acceso al sistema de salud es precario.

A este contraste entre las capacidades de los niños pobres y los niños bien alimentados los expertos le han llamado la brecha del desempeño, y han llegado a la conclusión de que en buena medida el estatus socioeconómico es predictor fiable de qué tan buenos serán la mayoría de los niños en su adolescencia o más adelante.

Una pieza más del rompecabezas se ha estudiado en animales de laboratorio, a los cuales se ha sometido a estrés para evaluar el efecto de éste sobre sus cerebros. Lo que hallaron es que el estrés produce hormonas que literalmente desgastan los cerebros de los animales.

Escribiendo en Wired Science, Brandon Keim señala que Evans y Schamber pegaron las piezas del rompecabezas y encontraron una imagen perturbadora. “Probablemente las explicaciones sociológicas sobre la brecha del desempeño sean correctas”, apuntó, “pero tal vez estén incompletas. Además de los muchos obstáculos sociales que aporta la pobreza, también puede plantear un obstáculo biológico”.

La respuesta que hallaron dice esto: el niño pobre crece sometido a estrés crónico, y dicho estrés afecta a las regiones de su cerebro vinculadas a las funciones superiores; en particular, implica un deterioro en la llamada memoria de trabajo.

A fines de enero, Martha Farah y sus colegas de la Universidad de Pennsylvania hicieron un estudio parecido que examinó varios sistemas cerebrales ligados a la cognición en niños pobres y de clase media.

Los pobres calificaron más mal en los sistemas cerebrales ligados al lenguaje, la memoria y la capacidad ejecutiva.

Los sistemas en los que resultaron defectuosos gobiernan varias conductas y habilidades. En particular, estos niños pobres tienden a desarrollar menos su capacidad lingüística y a tener dificultades para recordar estímulos vistos una sola vez. Al mismo tiempo, es más difícil que conceptualicen las ganancias de largo plazo y más fácil que sean atraídos por estímulos atractivos inmediatos.

“Todos estos sistemas neurocognitivos afectan las destrezas adultas de inteligencia y resolución de problemas, de modo que los niños pobres tienen una desventaja desde sus primeros años. Con sistemas cognitivos menos desarrollados, es más probable que no busquen o reciban educación secundaria, lo que hace mucho más difícil que logren mejorar su estatus socioeconómico”, apuntó Crystal Leonard en un estudio.

Los científicos de Cornell habían hecho antes un estudio de largo plazo conectando la pobreza con el estrés. En 195 estudiantes blancos de clases baja y media midieron presión sanguínea y hormonas de estrés a los 9 y a los 13 años de edad; luego evaluaron su memoria cuando tenían 17 años.

¿Qué pasó? Los que crecieron en la pobreza podían recordar menos elementos que quienes crecieron bien. Y la memoria de trabajo puesta a prueba con estos exámenes se vincula también con otras capacidades críticas para el éxito, como la lectura, el nivel de lenguaje y la capacidad para resolver problemas.

Los científicos manipularon las variables de aquel estudio para neutralizar los efectos de varios factores: el peso al nacer, la educación de la mamá, el estado civil de los padres, etcétera. En todos los casos el efecto se mantuvo. Cuando manipularon los datos para compensar las diferencias de estrés, la diferencia en el desempeño desapareció.

Todos los expertos que han comentado los estudios recientes coinciden en que si bien los datos son sólidos, se requiere de una dosis masiva de verificaciones. Pero quizás llegue el día en que la sociedad pueda prevenir en parte la brecha del desempeño actuando para reducir el estrés en el que viven tantos y tantos niños del mundo hundidos en la pobreza.

Fuente: http://www.notasdeciencia.com/contenido/es/note/pobreza-cronica-dana-cerebro-infantil

No hay comentarios: